"Si alguna vez has gustado el azúcar, aunque te fuera ofrecida en cien diferentes tipos de halva [dulce oriental], reconocerás su sabor. Aquél aue mordió una vez la caña de azúcar, si luego no reconoce su gusto, ¡sin duda tiene dos cuernos!". Mawlânâ Rûmî (m. 1273)
Comentario: Afirman los derviches que el hombre es, por naturaleza, un ser fundamentalmente olvidadizo. Lo olvidamos todo, incluso qué somos. De ahí que, según ellos, la tarea fundamental en el camino interior sufí, la única que en verdad cuenta, sea el recuerdo o dhikr. Pronto, los derviches dieron en llamarse ahl ad-dhikr, o lo que es lo mismo, "los del recuerdo". Y es que lo que primero caracteriza a quienes hollan la senda sufí es su capacidad de recordar o, dicho de otro modo, de no olvidar. Recordar, que quiere decir traer algo, nuevamente, al corazón, el cordis latino; actualizarlo, hacerlo presente una y otra vez. No obstante, el recuerdo no es, para el derviche, un mero ejercicio de la memoria. Recordar es rememorar, sí, pero también, y sobre todo, reconocer. Pero, ¿recordar o reconocer qué? o ¿no olvidar qué? Pues, lo que siempre se ha sido y se es, pero se ha olvidado, fruto de la ignorancia y el deslumbramiento que produce en nosotros el brillo efímero de lo cotidiano. Recordar lo que verdaderamente se es; reconocer lo único que realmente es. Así pues, somos seres olvidadizos, pero, afortunadamente, nada se pierde en la consciencia humana. Y ese es el gran aliado interior que todos, sin excepción, llevamos dentro. Quien probó una vez la dulzura del amor, lo reconocerá de nuevo, a no ser que, ¡ay!, más que un hombre se sea un buey... ¡o un asno!, que entonces, sí, será demasiado tarde, pero para todo.
Halil Bárcena