Iom Hashoá: entre la destrucción y la vida
“Cuarenta años después, mi tatuaje forma parte de mi cuerpo. No me vanaglorio de él ni me avergüenzo, no lo exhibo ni lo escondo. Lo enseño de mala gana a quien me pide verlo por pura curiosidad; lo hago enseguida y con ira a quien se declara incrédulo. Muchas veces los jóvenes me preguntan por qué no me lo borro, y es una cosa que me crispa; ¿por qué iba a borrármelo? No somos muchos en el mundo los que somos portadores de tal testimonio.”
Primo Levi, Los hundidos y los salvados.
El 27 de Nisán en Israel, el 19 de abril en la diáspora, se rinde homenaje a los 6.000.000 de judíos que perecieron en fecha desconocida durante la Shoá. Durante la primera noche de Pesaj en 1943, los judíos confinados en el Ghetto de Varsovia dijeron basta a la exterminación. La resistencia judía había optado morir luchando.
El 19 de abril ha sido declarado como el Día de la Tolerancia, el Pluralismo y la Convivencia. Tolerancia es convivir con todos los seres humanos incluyendo a los que no son físicamente parecidos a nosotros o no piensan lo mismo. Convivencia es el arte de compartir la vida con los otros, respetando sus derechos y exigiendo que se respeten los nuestros. Pluralismo es no violentar las ideas y formas de actuar propias de ciertos grupos culturales, aun cuando no coincidan con lo que es correcto según nuestra cultura.
La Shoá fue el asesinato planificado y organizado de 6.000.000 de judíos en el seno de casi 50 millones de muertos ocurrida durante la segunda guerra mundial en Europa.
La Shoá representó una poderosa máquina empeñada en deshumanizar al hombre. Pero existió una respuesta judía digna y valiente.
Cada uno de los judíos luchó como pudo. Hubo levantamientos armados en Auschwitz, Treblinka, Sobibor, en los ghettos de Vilna, de Bialistok, de Varsovia. Morir no enorgullece a nadie. Pero sostener la vida cuando todo alrededor muestra inutilidad, eso es un acto ético y de heroísmo. Hicieron lo que pudieron, resistieron con todas sus fuerzas y de todas las formas posibles.
En los ghettos había escuelas clandestinas, conferencias, debates, coros, decenas de publicaciones, un sistema de ayuda social; en los campos mantuvieron la moral y fueron capaces de conductas de solidaridad aún cuando pretendían someterlos al grado de inhumanidad.
En la Shoá no murieron 6 millones de judíos, sino que murieron sus mundos, sus ilusiones, su futuro, su descendencia.
Cada uno de nosotros tiene un compromiso, un mandato, recordar para no olvidar pues las voces siguen clamando.
La memoria no debe consistir en recordar en silencio, porque nuestra tradición nos enseña que la muerte no paraliza, duele, pero el dolor es motor de cambio, de compromiso, de lucha y de vida. El nazismo no contaba con nuestro recuerdo, por eso debemos hablar.
Todos somos sobrevivientes de la Shoá por eso nuestro compromiso es mantener viva su memoria.
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