viernes, 27 de noviembre de 2009

A los 19 años lo internaron en un psiquiátrico...


PAULO COELHO:

XL. ¿Ha conseguido ser aquello que anhelaba?


P.C. No, no, claro que no; pero estoy muy orgulloso de cuanto he conseguido y creo que soy un ejemplo de que todo se puede lograr si te lo propones.


Una vez dijo que su sueño era ser un escritor respetado en todo el mundo.


P.C. Eso es fácil, pero ser todo lo que quiero ser es más difícil. Me falta el día de mañana, que está lleno de sorpresas.


XL. ¿Le inquieta que sus libros hayan sido alabados por los muyahidines de Bin Laden?


P.C. También les gustan a los marines norteamericanos [sonríe]. Nada de eso es inquietante. Uno no elige a sus lectores; pero, además, si los muyahidines y los marines tienen algo en común –como el gusto por un escritor–, eso quiere decir que no está perdida toda la esperanza, porque hay posibilidad de comunicación.


XL. ¿Le preocupa mucho lo que la gente piense de su última obra?


P.C. Claro que no. Me encanta cuando se acerca una persona y me dice que le ha gustado mi libro, pero nunca debes preguntar lo que piensan los demás de tu obra, porque en ella está lo mejor de ti.


XL. Hubo un tiempo en el que lo internaron en un psiquiátrico, ¿realmente estaba loco?


P.C. Sí, y sigo estándolo. Como tengo carné de loco, puedo hacer lo que me dé la gana [se ríe]; pero ya sólo cometo locuras responsables.


XL. Hace unos meses se publicó una biografía suya, al parecer autorizada, en la que se decía que participó en sectas satánicas, probó cierto tipo de sustancias, coqueteó con la muerte, mató a su gato para pintar con su sangre las paredes y ahuyentar a la parca...


P.C. Viví un periodo de mi vida en el que la curiosidad me llevó muy lejos, es verdad, pero viví intensamente. Luego me di cuenta de que la curiosidad mata al gato. Es muy importante experimentar ciertas cosas cuando se es joven. La rebelión es importante.


XL. Pues se rebeló a gusto.


P.C. Soy una persona de extremos, sí; he vivido intensamente, pero no he perdido la curiosidad por las cosas ni el amor por la vida. En una época viví momentos muy difíciles a los que sobreviví.


XL. ¿Es verdad que necesitó de tres experiencias homosexuales para convencerse de que era heterosexual?


P.C. Es verdad, era joven, muy curioso y quería experimentar eso también. Todos los hombres –no sólo yo– tienen esta curiosidad. Algunos se enteran muy tarde, otros no se enteran nunca, algunos se quedan con la duda...


XL. ¡Ya! ¿Cree que todas las mujeres también tienen esas dudas que resolver?


P.C. No lo sé porque no soy mujer, pero supongo que también.


XL. Acusaba entonces a los ricos de comprar la conciencia de los políticos; a Pablo VI, de tergiversar las palabras de Cristo; a los Beatles, al carnaval y al fútbol, de distraer la mente de los estudiantes con fuerza suficiente para hacer frente a los tiranos...


P.C. Aquello lo escribí cuando tenía 18 años y estaba en la época de las acusaciones, sí; pero hoy no veo las cosas de la misma manera, no tengo nada que ver con todo eso.


XL. Dice que en 1982 nació otro Paulo Coelho, ¿se cayó del caballo?P.C. Así fue exactamente. Mi mujer y yo empezamos a viajar y vinimos a España y conocí el Camino de Santiago. A partir de ahí hubo un cambio radical en mi vida, allí empezó todo.


XL. ¿Empezó qué?


P.C. Cuando hice el Camino por primera vez me pregunté: «¿Y ahora qué voy a hacer? ¿A qué me voy a dedicar?». Y me hice un hombre de fe.


XL. ¿Y su fe es católica?


P.C. Catolicísima. ¿Quieres ver quién viene conmigo esta noche a la fiesta también?


XL. Sí, ¿quién?


P.C. [Rebusca en el bolsillo de su chaqueta y saca una estampita algo roñosa] ¡Mira!, es Santa Teresa de Jesús.


XL. ¿La de Ávila?


P.C. No, Santa Teresa de Lisieux, la francesa. ¿Ves?, con ella en mi bolsillo nunca voy solo.


XL. ¿Es una superstición?


P.C. ¡No! Luego cuando regresemos al hotel verás que en mi maleta siempre llevo agua bendita de Lourdes y la imagen de una beata brasileña. No entiendo por qué piensas que estas cosas están basadas en supersticiones.


XL. Porque encaja poco con su biografía.


P.C. No, al revés, es precisamente esa vida que he llevado la que me hizo comprender la importancia de la fe, del amor de Dios, de la protección de Dios y de la del arcángel Gabriel. Encaja mejor que nunca porque gracias a Dios –y te lo digo de corazón–, he sobrevivido.


XL. ¿Y si le digo que no me creo que se haya convertido en un beato?


P.C. Es que no lo soy; yo soy un pecador que piensa que la trascendencia es básica en la vida.


XL. ¿Sabe que cuesta creer este repentino misticismo en el que asegura que vive?


P.C. ¿Por qué no va a ser real? Toda mi vida ahora está basada en eso: en la fe y en el amor de Dios. Tú vas a ver que en diez minutos te voy a pedir que te calles porque voy a rezar. Rezar para mí es un placer.


XL. Hablemos antes de su novela. Sus personajes están siempre soñando y usted hace que, al final, la muerte termine con todos los sueños sin cumplir.


P.C. ¿Quién dice que la muerte termina con los sueños? Mira a Jesucristo, mira a Dios... nada termina con la muerte.


XL. ¿Insiste en desmontarme la imagen que tenía de usted?


P.C. ¿Has descubierto un Coelho místico? ¡Mira qué sorpresa! [se ríe].


XL. Pero tendrá miedo a algo.


P.C. Sí, a los terremotos y a los helicópteros, pero no porque me dé miedo la muerte, que no me da; sé que llegará un día y no me preocupa morir. La muerte para mí es una amiga que está siempre a mi lado y que me va a besar en cualquier momento. Sin embargo, tengo miedo a hablar en público. Podría ganar millones dando conferencias todos los días, pero no lo hago. [Mira el reloj y me manda callar]. Permíteme unos minutos, tengo que rezar.Son las seis de la tarde en punto y, en este momento, Paulo Coelho entrelaza los dedos de sus manos, entorna los ojos y reza en silencio unos minutos mientras la limusina sigue avanzando en dirección al Hotel du Cap-Eden Roc, en Antibes.


P.C. ¡Ya está! –dice al terminar sus plegarias–. Todos los días rezo tres veces. Por la mañana, al levantarme; por la tarde, a las seis en punto; y por la noche, cuando me acuesto.


XL. ¿A media tarde, esté donde esté?


P.C. Sí, esté donde esté y haga lo que haga, dejo todo unos minutos y rezo un Ave María, un Padrenuestro y doy gracias a Dios y le pido protección para que me ampare todo el tiempo. ¿De qué estábamos hablando?


XL. De sus miedos. Cuentan que fue un niño muy acomplejado: bajito, nada deportista y enfermizo...


P.C. Estaba acomplejado como todos los niños que nunca fueron líderes.


XL. Tuvo una novia –que se llamaba Fabiola– a la que, como prueba de amor, le pedía que no emitiese queja alguna mientras usted le apagaba los cigarros en los muslos, ¿era un sádico?


P.C. Cuando miro atrás veo las cosas tremendas que hice. Tú conoces esta historia porque he permitido que se publique en mi biografía.


XL. ¿Por qué colaboró en su publicación si dice de usted cosas tan tremendas como que tuvo un esclavo, que maltrataba a sus novias...?


P.C. Por una frase de Jesucristo: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Las cosas no se pueden ocultar eternamente, tarde o temprano se iban a saber y preferí darlas yo a conocer. Ahora ya no tengo nada que ocultar.De nuevo mira el reloj y le pide al chófer que pare unos minutos el coche porque vamos a llegar demasiado pronto. La limusina se detiene en una silenciosa calle de una urbanización de lujo cercana al Principado de Mónaco. Bajamos los dos y me ofrece un cigarrillo.


XL. ¿Se considera un hombre poderoso?


P.C. Bueno, volvemos a la religión: todo poder viene de Dios y yo soy consciente de mi poder.


XL. Me tiene desconcertada, ¿participa en algún movimiento religioso de estos de nuevo cuño?P.C. No, yo soy católico tradicional. Mi mujer, que antes era protestante, sí pasó por un periodo de Renovación Carismática, pero yo no. Voy a misa todas las semanas, pero no lo hago en domingo para evitar los sermones, que son muy aburridos, porque rara vez te encuentras un cura muy iluminado. Las misas entre semana son más rápidas.


XL. Su relación con las mujeres siempre ha sido bastante tortuosa, ¿lo sigue siendo?


P.C. Ya no, digamos que soy un hombre abstracto en su relación con las mujeres, pero estoy hecho un poco a la antigua en este sentido.


XL. ¿En este sentido...?


P.C. Yo siento que tengo la obligación de proteger a mi mujer y que soy el hombre de la casa, soy yo quien lleva los pantalones. Ella vive su vida con total independencia, es pintora, pero el hombre es el hombre.


XL. Con la fama que ha tenido y tiene de conquistador y mujeriego, asegura que jamás se separará de su mujer.


P.C. Y así será. Tengo una buena fama de conquistador [sonríe] y me pongo muy contento si le gusto a una chica, pero nunca me separaré de mi mujer. Estamos juntos porque entre nosotros hay mucho amor


.XL. Una curiosidad, ¿por qué se deja crecer esa coleta de pelo blanco que lleva siempre recogida con una goma?


P.C. Es un souvenir de la época hippie, antes tenía más pelo. Pero ¡vamos!, sube al coche que ya tenemos que continuar.


XL. El 24 de agosto cumple 62 años, ¿cómo le gustaría verse dentro de diez?


P.C. Entusiasmado, como ahora mismo. Pero recoge la grabadora, tenemos que terminar la entrevista. Estamos entrando ya en la cola de coches que va a la fiesta. ¿Ves?, todo son limusinas y coches de grandes marcas. Ahora nos rodea la policía por todos los lados y aquí empieza el jaleo de los fotógrafos. Baja la ventanilla y ¡disfruta de este momento!
Virginia Drake