A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.
El amor, para que sea auténtico, debe costarnos.
El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar.
La paz comienza con una sonrisa.
Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite.
Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.
Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios.
MADRE TERESA DE CALCUTA