LOS MINEROS CHILENOS: LA SIMBOLOGÍA DE LA CAVERNA
Nuevamente los ojos de todos están puestos en Chile. No hace mucho fue el terremoto de dimensiones inusitadas, ahora esta situación de unos mineros que desde hace aproximadamente dos meses están bajo setecientos metros recluidos en el interior de la tierra.
No dejan de llamarme la atención las coincidencias con representaciones de tipo místico o si se quiere trascendente. Veamos. La mina se llama San José. Los hombres son 33. El campamento se llama Esperanza. Se encuentra en el medio del desierto. Los hombres se ven casi desnudos. Hay banderas de todos los países flameando al lado de la chilena. Resulta sencillo establecer una vinculación entre el número 33 con Cristo que fue la edad en que al ser crucificado produjo el hecho que catapultó su imagen a un nivel superior: la resurrección. San José fue el padre terrenal de Cristo. De modo que esta combinación nos lleva a pensar en muerte y resurrección, en el nacimiento de una forma de creencia que modificó a Occidente hace dos mil años en pleno apogeo del esclavismo. Esto se afianza por el hecho de que los hombres sean fotografiados con el torso desnudo, obviamente están así por el calor que sufren en el interior de la tierra. Pero se encuentran de algún modo en la panza de la tierra y pronto todos esperamos el alumbramiento, vale decir su salida a la superficie. Esto se relaciona con Cristo, de la oscuridad terrenal a la resurrección es decir a la luz, el ascenso del alma a otro plano o nivel que está representado por la subida de cada uno de estos hombres a la superficie de la tierra. Esto nos entronca con la tradición más básica: la de pasar de la oscuridad a la luz que es la base de todas las religiones del mundo. Además resulta interesante que el proceso se realice adentrándose, abriéndose paso a través de la dura materia. Se suele decir que el trabajo de autosuperación consiste en ir desechando capas, capas de densidades tales como la envidia, el egoísmo, el resentimiento, la ira, así el aparato perforando la roca para llegar hasta el centro donde está la vida se vincula estrechamente con este proceso de trabajo interior.
A esta vinculación con lo masculino (Cristo, muerte y resurrección, es decir polaridad y fuertes movimientos polares de energía) se le presenta el rol de las mujeres. Afirman que sin el actuar persistente de esposas, hermanas y madres de los mineros tal vez no hubiera sido posible la presencia gubernamental que encaró el rescate. Fueron las mujeres quienes presionaron e insistieron para que se persistiera en la búsqueda y ellas golpearon puertas, no abandonaron la esperanza. Entonces, ante el primer contacto con los mineros, se habló de milagro. La energía femenina que une, sostiene, repara y alimenta está presente en esta combinación de símbolos.
Otro hecho significativo es la historia de nuestra América latina está relacionada directamente con la explotación minera. Desde el principio la corona española financió los viajes de Cristóbal Colón con la promesa de encontrar metales preciosos. Luego, ya conocemos los resultados: nuestros pueblos originarios perecieron de a miles, niños explotados que apenas podían soportar vivos uno o dos días trabajando en las minas de Bolivia y Perú. Eduardo Galeano tiene bellos textos en los que habla de su visita a las catedrales europeas en los que dice con dolor que en ese oro está la sangre de los indios americanos. De modo que este grupo de hombres encerrados en el interior de una mina no sólo nos hablan de un nivel de trascendencia sino de una situación social entroncada con el origen de nuestros países latinoamericanos. Escuché que en la mayoría de los casos cuando los mineros quedaban así atrapados, se perdía contacto y no había forma de recuperarlos con vida. Esta vez, al parecer, la historia cambia. Y de eso se trata, da la impresión de que el alto nivel simbólico de esta situación nos está hablando de que la historia puede revertirse en varios sentidos a la vez. La voluntad humana con la aplicación de adecuada de la tecnología orada lo más denso que existe, la dura roca para ir al rescate de lo humano, de la vida misma. Pero para ello necesita de la confianza, de la unión, de la voluntad, de la fe. Y el pasaje no es otro que el de salir de la oscuridad a la luz. Este es el proceso que nuestra conciencia realiza en momentos de evolución, en esas etapas claves en las que dejamos lo viejo, lo conocido, lo transitado para avizorar una situación augural que, por nueva, produce un natural temor, la luz siempre enceguece cuando estamos mucho tiempo sumergidos en la oscuridad. La oscuridad de un modelo de pensamiento, la de la ignorancia. El afuera y el adentro son parte de una misma unidad. De ninguna manera puede ser casual que todas las miradas estén puestas en este grupo de hombres en un mundo en el que muere gente por desidia y mala distribución de la riqueza. Estamos viendo en un plano material lo que nuestra conciencia realiza en un plano sutil. Un rescate de la vida, de lo nuevo, de lo superador, frente a lo que necesita abrirse paso y quedar como una etapa necesaria de lo que fue el pasado. Día a día, cada uno de nosotros emerge desde una oscura profundidad a la luz en acciones concretas, en pensamientos elegidos, a veces descendemos un poco hacia la oscuridad, pero siempre emergemos, de lo contrario no estaríamos vivos. Si la luz no fuese más poderosa que la oscuridad la vida no sería posible. De eso nos habla esta situación, de algo tan básico y vital, de nosotros mismos. La caverna como lugar de nacimiento y de muerte. La caverna en tanto interior de la montaña, está relacionada con el corazón. El chakra del corazón es el que necesita en la actualidad ser activado para que continúe nuestra evolución superando la dicotomía emocional. La caverna nos habla del descenso a los infiernos y del segundo nacimiento y en este caso, lo presiento, es a un nivel planetario. En una sociedad que ha sobrevalorado lo material, el dinero, hoy lo que espera extraerse es algo más precioso que un mineral: es la vida humana.
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Escribí este artículo cuando aún no habían sido restacados los mineros. No deja de impresionarme que el comienzo del rescate al adelantarse haya comenzado justamente el 12 de octubre, fecha de conmemoración de la llegada de Colón a América. Esto indica para mí que se está revirtiendo un proceso iniciado hace quinientos años. El genocio de la llamada conquista española de América que marcó nuestra cultura comienza a dar señales de cambio. Se comienza, claro está, en un plano simbólico, pero aquí lo simbólico ha sido llevado a un nivel muy alto. Se ha hablado del surgimiento del sur, Asia y América Latina: ya lo estamos viviendo. Algo está haciendo nuestra conciencia colectiva para que hayamos podido crear este hecho magnífico de reversión en un continente que nació siendo el proveedor de metales preciosos y de sangre joven para un continente colonialista como lo fue Europa. El fenómeno resulta tan significativo que aún produce olas de sentido para todos nosotros.
Nuevamente los ojos de todos están puestos en Chile. No hace mucho fue el terremoto de dimensiones inusitadas, ahora esta situación de unos mineros que desde hace aproximadamente dos meses están bajo setecientos metros recluidos en el interior de la tierra.
No dejan de llamarme la atención las coincidencias con representaciones de tipo místico o si se quiere trascendente. Veamos. La mina se llama San José. Los hombres son 33. El campamento se llama Esperanza. Se encuentra en el medio del desierto. Los hombres se ven casi desnudos. Hay banderas de todos los países flameando al lado de la chilena. Resulta sencillo establecer una vinculación entre el número 33 con Cristo que fue la edad en que al ser crucificado produjo el hecho que catapultó su imagen a un nivel superior: la resurrección. San José fue el padre terrenal de Cristo. De modo que esta combinación nos lleva a pensar en muerte y resurrección, en el nacimiento de una forma de creencia que modificó a Occidente hace dos mil años en pleno apogeo del esclavismo. Esto se afianza por el hecho de que los hombres sean fotografiados con el torso desnudo, obviamente están así por el calor que sufren en el interior de la tierra. Pero se encuentran de algún modo en la panza de la tierra y pronto todos esperamos el alumbramiento, vale decir su salida a la superficie. Esto se relaciona con Cristo, de la oscuridad terrenal a la resurrección es decir a la luz, el ascenso del alma a otro plano o nivel que está representado por la subida de cada uno de estos hombres a la superficie de la tierra. Esto nos entronca con la tradición más básica: la de pasar de la oscuridad a la luz que es la base de todas las religiones del mundo. Además resulta interesante que el proceso se realice adentrándose, abriéndose paso a través de la dura materia. Se suele decir que el trabajo de autosuperación consiste en ir desechando capas, capas de densidades tales como la envidia, el egoísmo, el resentimiento, la ira, así el aparato perforando la roca para llegar hasta el centro donde está la vida se vincula estrechamente con este proceso de trabajo interior.
A esta vinculación con lo masculino (Cristo, muerte y resurrección, es decir polaridad y fuertes movimientos polares de energía) se le presenta el rol de las mujeres. Afirman que sin el actuar persistente de esposas, hermanas y madres de los mineros tal vez no hubiera sido posible la presencia gubernamental que encaró el rescate. Fueron las mujeres quienes presionaron e insistieron para que se persistiera en la búsqueda y ellas golpearon puertas, no abandonaron la esperanza. Entonces, ante el primer contacto con los mineros, se habló de milagro. La energía femenina que une, sostiene, repara y alimenta está presente en esta combinación de símbolos.
Otro hecho significativo es la historia de nuestra América latina está relacionada directamente con la explotación minera. Desde el principio la corona española financió los viajes de Cristóbal Colón con la promesa de encontrar metales preciosos. Luego, ya conocemos los resultados: nuestros pueblos originarios perecieron de a miles, niños explotados que apenas podían soportar vivos uno o dos días trabajando en las minas de Bolivia y Perú. Eduardo Galeano tiene bellos textos en los que habla de su visita a las catedrales europeas en los que dice con dolor que en ese oro está la sangre de los indios americanos. De modo que este grupo de hombres encerrados en el interior de una mina no sólo nos hablan de un nivel de trascendencia sino de una situación social entroncada con el origen de nuestros países latinoamericanos. Escuché que en la mayoría de los casos cuando los mineros quedaban así atrapados, se perdía contacto y no había forma de recuperarlos con vida. Esta vez, al parecer, la historia cambia. Y de eso se trata, da la impresión de que el alto nivel simbólico de esta situación nos está hablando de que la historia puede revertirse en varios sentidos a la vez. La voluntad humana con la aplicación de adecuada de la tecnología orada lo más denso que existe, la dura roca para ir al rescate de lo humano, de la vida misma. Pero para ello necesita de la confianza, de la unión, de la voluntad, de la fe. Y el pasaje no es otro que el de salir de la oscuridad a la luz. Este es el proceso que nuestra conciencia realiza en momentos de evolución, en esas etapas claves en las que dejamos lo viejo, lo conocido, lo transitado para avizorar una situación augural que, por nueva, produce un natural temor, la luz siempre enceguece cuando estamos mucho tiempo sumergidos en la oscuridad. La oscuridad de un modelo de pensamiento, la de la ignorancia. El afuera y el adentro son parte de una misma unidad. De ninguna manera puede ser casual que todas las miradas estén puestas en este grupo de hombres en un mundo en el que muere gente por desidia y mala distribución de la riqueza. Estamos viendo en un plano material lo que nuestra conciencia realiza en un plano sutil. Un rescate de la vida, de lo nuevo, de lo superador, frente a lo que necesita abrirse paso y quedar como una etapa necesaria de lo que fue el pasado. Día a día, cada uno de nosotros emerge desde una oscura profundidad a la luz en acciones concretas, en pensamientos elegidos, a veces descendemos un poco hacia la oscuridad, pero siempre emergemos, de lo contrario no estaríamos vivos. Si la luz no fuese más poderosa que la oscuridad la vida no sería posible. De eso nos habla esta situación, de algo tan básico y vital, de nosotros mismos. La caverna como lugar de nacimiento y de muerte. La caverna en tanto interior de la montaña, está relacionada con el corazón. El chakra del corazón es el que necesita en la actualidad ser activado para que continúe nuestra evolución superando la dicotomía emocional. La caverna nos habla del descenso a los infiernos y del segundo nacimiento y en este caso, lo presiento, es a un nivel planetario. En una sociedad que ha sobrevalorado lo material, el dinero, hoy lo que espera extraerse es algo más precioso que un mineral: es la vida humana.
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Escribí este artículo cuando aún no habían sido restacados los mineros. No deja de impresionarme que el comienzo del rescate al adelantarse haya comenzado justamente el 12 de octubre, fecha de conmemoración de la llegada de Colón a América. Esto indica para mí que se está revirtiendo un proceso iniciado hace quinientos años. El genocio de la llamada conquista española de América que marcó nuestra cultura comienza a dar señales de cambio. Se comienza, claro está, en un plano simbólico, pero aquí lo simbólico ha sido llevado a un nivel muy alto. Se ha hablado del surgimiento del sur, Asia y América Latina: ya lo estamos viviendo. Algo está haciendo nuestra conciencia colectiva para que hayamos podido crear este hecho magnífico de reversión en un continente que nació siendo el proveedor de metales preciosos y de sangre joven para un continente colonialista como lo fue Europa. El fenómeno resulta tan significativo que aún produce olas de sentido para todos nosotros.
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Irma Verolín.