domingo, 27 de diciembre de 2009

OSHO. EL LIBRO DE LA MUJER


Tú creas una relación, pero luego, a su vez, la relación te crea a ti. Dos personas se encuentran, eso significa que se encuentran dos mundos. No es algo sencillo, sino muy complejo, lo más com­plejo. Cada persona es un mundo en sí misma, un complejo miste­rio con un largo pasado y un futuro eterno.



Al principio sólo se encuentran las periferias. Pero si la rela­ción se vuelve íntima, se vuelve más cercana, se vuelve más pro­funda, entonces poco a poco los centros comienzan a encontrarse. Cuando los centros se encuentran, se llama amor.


Cuando se encuentran las periferias, no son amantes, son co­nocidos. Tocas a esa persona desde el exterior, desde el borde, sois conocidos. Muchas veces empiezas a llamar a un conocido «tu amor». Entonces estás en una falacia. Ese tipo de conocimiento no es amor.


El amor es muy excepcional. Llegar a conocer a una persona en su centro es atravesar tú mismo una revolución, porque si quieres encontrar a una persona en su centro, tendrás que permitir que esa persona llegue también a tu centro. Tendrás que volverte vulnera­ble, absolutamente vulnerable, abierto.



Así que lo primero que hay que comprender es: no confundas el conocimiento superficial con el amor. Puede que estéis ha­ciendo el amor, puede que os relacionéis sexualmente, pero tam­bién el sexo es periférico. A no ser que se encuentren los centros, el sexo es tan sólo un encuentro de dos cuerpos. Y un encuentro de dos cuerpos no es tu encuentro. También el sexo sigue siendo un conocimiento superficial, físico, corporal, pero aún super­ficial.

Sólo puedes permitir que alguien entre en tu centro cuando no tienes miedo, cuando no estás asustado.


La persona que tiende al amor es la persona religiosa. La per­sona que tiende al amor es alguien que no tiene miedo al futuro, que no tiene miedo al resultado y a la consecuencia, que vive aquí y ahora.


No te preocupes por el resultado. Eso es la mente basada en el miedo. No pienses en lo que resultará a raíz de ello. Simplemente permanece aquí y actúa totalmente. No calcules. Un hombre basa­do en el miedo siempre está calculando, planeando, disponiendo, protegiendo. Toda su vida se pierde de esta forma.



Cuando no tienes miedo, no tienes nada que ocultar, entonces puedes estar abierto, entonces puedes retirar todas las barreras. Y entonces puedes invitar al otro a que penetre en ti hasta el mismo centro. Y recuerda, si permites que alguien entre profundamente
en ti, el otro te permitirá entrar en él o ella, porque cuando per­mites que alguien entre en ti, se crea confianza. Cuando no tienes miedo, el otro también pierde su miedo.



En vuestro amor, siempre está presente el miedo. El marido tiene miedo de la mujer, la mujer tiene miedo del marido. Los amantes siempre tienen miedo. Entonces no es amor. Entonces es tan sólo un apaño de dos personas asustadas que dependen mu­tuamente, y se pelean, se explotan, manipulan, controlan, domi­nan, poseen, pero no es amor.



¿A qué tienes miedo? ¿Por qué estás tan asustado? Incluso si se sabe todo sobre ti y eres como un libro abierto, ¿por qué tener mie­do? ¿Qué daño puede hacerte? Son sólo concepciones falsas que te ha dado la sociedad: que te tienes que ocultar, que te tienes que proteger, que tienes que estar continuamente en estado de lucha, que todo el mundo es un enemigo, que todos están contra ti.


¡Nadie está contra ti! Incluso si sientes que alguien está contra ti, tampoco él está contra ti, porque todo el mundo está inmiscui­do consigo mismo, no contigo. No hay nada que temer. Hay que darse cuenta de esto antes de que pueda suceder una relación ver­dadera. No hay nada que temer.

Cada persona es un misterio tal que si entras más y más en su interior verás que no tiene fin.



OSHO- El libro de la mujer