EL ACCIDENTE DEFINITIVO
Lo que produce la iluminación no es una secuencia de causas. Tu búsqueda, tu intenso anhelo, tu disposición a hacer cualquier cosa, todo ello junto crea cierto aroma a tu alrededor en el que ese gran accidente se hace posible.
EL ACCIDENTE DEFINITIVO
Chiyono y el cubo de agua
La monja Chiyono estudió durante años pero era incapaz de encontrar la iluminación. Una noche estaba transportando un viejo cubo lleno de agua. Mientras caminaba, observaba la luna reflejada en el agua del cubo. De repente, las tiras de bambú que sujetaban las piezas del cubo se rompieron y el cubo se deshizo. El agua se derramó y el reflejo de la luna desapareció; y Chiyono se iluminó. Escribió el siguiente verso:
De un modo y otro traté de mantener el cubo íntegro, esperando que el débil bambú nunca se rompiera. De repente, el fondo se cayó.
No más agua; no más reflejo de la luna en el agua: vaciedad en mi mano.
La iluminación es siempre como un accidente porque es imprevisible, porque no puedes gestionarla, no puedes hacer que ocurra. Pero no me entendáis mal, porque cuando digo que la iluminación es como un accidente, no estoy diciendo que no hagáis nada para obtenerla. El accidente sólo ocurre a los que hacen mucho para que les ocurra, aunque nunca les ocurre por lo que hacen. Ese hacer sólo es la causa que crea la situación por la que tiende a ocurrir el accidente, eso es todo. Éste es el significado de ese magnífico suceso.
Debo deciros algo de Chiyono. Era una mujer muy hermosa. Cuando era joven, hasta el emperador y los príncipes iban tras ella. Ella se negaba porque sólo quería ser amante de lo divino. Fue de monasterio en monasterio intentando hacerse monja, pero hasta los grandes maestros se negaban: tenían a su cargo muchos monjes y ella era tan hermosa que se olvidarían de Dios y de todo lo demás. Por eso, allí donde iba, encontraba las puertas cerradas.
¿Qué hizo Chiyono? Encontró una salida: se quemó la cara y se la llenó de cicatrices. Y después fue a un maestro que ni siquiera podía reconocer si era hombre o mujer. Entonces fue aceptada como monja. Estudió y meditó durante treinta, cuarenta años sin parar.
Entonces, de repente, una noche... estaba mirando la luna reflejada en el cubo de agua. De repente el cubo se cayó, el agua se derramó y la luna desapareció; ése fue el detonante.
Siempre hay un punto crucial en el que lo viejo desaparece y lo nuevo comienza, en el que renacemos. Ése fue el punto crucial. De repente, el agua se derramó y ya no había luna. Entonces Chiyono debe haber mirado hacia arriba para ver la verdadera luna. De repente despertó al hecho de que todo es un reflejo, una ilusión, porque vemos las cosas a través de la mente. Cuando se rompió el cubo, la mente también se rompió. Estaba preparada. Todo lo que podía hacerse ya se había hecho. Ella ya había hecho todo lo posible. No quedaba nada, estaba preparada, se lo había ganado. Este accidente ordinario se convirtió en el punto crucial, el detonante.
De repente el fondo se cayó; fue un accidente. No más agua, no más luna en el agua; vaciedad en mi mano.
Y esto es la iluminación: cuando tienes la vaciedad en tu mano, cuando todo está vacío, cuando no hay nadie, ni siquiera tú. Has llegado al rostro original del zen.
Lo que produce la iluminación no es una secuencia de causas. Tu búsqueda, tu intenso anhelo, tu disposición a hacer cualquier cosa, todo ello junto crea cierto aroma a tu alrededor en el que ese gran accidente se hace posible.
EL ACCIDENTE DEFINITIVO
Chiyono y el cubo de agua
La monja Chiyono estudió durante años pero era incapaz de encontrar la iluminación. Una noche estaba transportando un viejo cubo lleno de agua. Mientras caminaba, observaba la luna reflejada en el agua del cubo. De repente, las tiras de bambú que sujetaban las piezas del cubo se rompieron y el cubo se deshizo. El agua se derramó y el reflejo de la luna desapareció; y Chiyono se iluminó. Escribió el siguiente verso:
De un modo y otro traté de mantener el cubo íntegro, esperando que el débil bambú nunca se rompiera. De repente, el fondo se cayó.
No más agua; no más reflejo de la luna en el agua: vaciedad en mi mano.
La iluminación es siempre como un accidente porque es imprevisible, porque no puedes gestionarla, no puedes hacer que ocurra. Pero no me entendáis mal, porque cuando digo que la iluminación es como un accidente, no estoy diciendo que no hagáis nada para obtenerla. El accidente sólo ocurre a los que hacen mucho para que les ocurra, aunque nunca les ocurre por lo que hacen. Ese hacer sólo es la causa que crea la situación por la que tiende a ocurrir el accidente, eso es todo. Éste es el significado de ese magnífico suceso.
Debo deciros algo de Chiyono. Era una mujer muy hermosa. Cuando era joven, hasta el emperador y los príncipes iban tras ella. Ella se negaba porque sólo quería ser amante de lo divino. Fue de monasterio en monasterio intentando hacerse monja, pero hasta los grandes maestros se negaban: tenían a su cargo muchos monjes y ella era tan hermosa que se olvidarían de Dios y de todo lo demás. Por eso, allí donde iba, encontraba las puertas cerradas.
¿Qué hizo Chiyono? Encontró una salida: se quemó la cara y se la llenó de cicatrices. Y después fue a un maestro que ni siquiera podía reconocer si era hombre o mujer. Entonces fue aceptada como monja. Estudió y meditó durante treinta, cuarenta años sin parar.
Entonces, de repente, una noche... estaba mirando la luna reflejada en el cubo de agua. De repente el cubo se cayó, el agua se derramó y la luna desapareció; ése fue el detonante.
Siempre hay un punto crucial en el que lo viejo desaparece y lo nuevo comienza, en el que renacemos. Ése fue el punto crucial. De repente, el agua se derramó y ya no había luna. Entonces Chiyono debe haber mirado hacia arriba para ver la verdadera luna. De repente despertó al hecho de que todo es un reflejo, una ilusión, porque vemos las cosas a través de la mente. Cuando se rompió el cubo, la mente también se rompió. Estaba preparada. Todo lo que podía hacerse ya se había hecho. Ella ya había hecho todo lo posible. No quedaba nada, estaba preparada, se lo había ganado. Este accidente ordinario se convirtió en el punto crucial, el detonante.
De repente el fondo se cayó; fue un accidente. No más agua, no más luna en el agua; vaciedad en mi mano.
Y esto es la iluminación: cuando tienes la vaciedad en tu mano, cuando todo está vacío, cuando no hay nadie, ni siquiera tú. Has llegado al rostro original del zen.